En el hospital conoces a mucha gente. Unos van, otros vienen, otros están ahí y, aunque no hables con ellos, sientes que les conoces. Con otros intercambias algunos momentos breves y con otros te vuelves inseparables. Pero, lo que sí que es cierto, es que todos ellos te marcan y dejan huella en el corazón.
Hace dos días nos llegó la noticia del fallecimiento de María. María era todo sonrisas y dulzura. Era imposible no sonreír cuando salía de su habitación o morirte de felicidad al pequeño progreso que conseguía. Después dejé el hospital y poco supe de ella hasta que leí un artículo en un periódico digital. Todo positivismo, una mejoría increíble, su sonrisa en la fotografía. «Mamá, no hay que ver esto como algo malo, sino como algo diferente» decía. Qué valiente era y qué contentos nos pusimos todos al verla y leerla. Pero la vida es extraña y debe ser que no quedaban ángeles en el cielo y tuvieron que venir a capturarla. Desde aquí, de parte de toda mi familia, queremos dar el pésame más profundo a su madre. Porque eres una luchadora increíble. Un beso para ti y un abrazo eterno.
Imposible no recordarla con esa sonrisa permanente. Yo he sido incapaz de expresar lo que siento con palabras.
Los vínculos que se crean en el HNP son muy especiales. Allí he conocido gente excepcional. María lo era. Yo, como Miguel Angel, también me encuentro sin palabras. Por todo.